Marcelo Ádams

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domingo, 15 de maio de 2011

Crítica de IFIGÊNIA EM ÁULIS + AGAMENON, por Jorge Arias

O crítico uruguaio Jorge Arias, que escreve regularmente há muitos anos no jornal La Republica, de Montevidéu, esteve presente na estreia de IFIGÊNIA EM ÁULIS + AGAMENON, e escreveu a crítica que segue abaixo. Na foto acima, no camarim após o espetáculo, entre Jorge e sua mulher Irene.
HUMANO,  SOBREHUMANO,  PASADO,  PRESENTE, FUTURO

Por  Jorge Arias
Esta unificación  de tres  tragedias clásicas, “Ifigenia en Aulis” y “Las  troyanas” de  Eurípides y “Agamenón” de  Esquilo guarda relación con la costumbre de la Atenas clásica, que era la  representación de  tres  tragedias, generalmente vinculadas entre sí y del mismo autor, en una misma tarde. Por otra parte, para  nosotros, espectadores del siglo XXI, suele ser de primera necesidad alguna información complementaria  sobre lo ocurrido antes y después de la tragedia de Ifigenia: no sólo porque no conocemos en detalle la complicada historia de la Orestíada, sino por la continua referencia de Eurípides en “Ifigenia en Aulis” tanto al pasado como al presente. Por ejemplo, la presencia de Orestes, un inocente bebé de brazos cuando llega con Ifigenia y Clitemnestra al campamento griego en Aulis, es un detalle anecdótico si desconocemos el asesinato de Agamenón por Clitemnestra y Egisto y la venganza de Orestes, pero adquiere un matiz siniestro si sabemos algo del futuro de ese niño inerme. Y todavía no tenemos en esta “Ifigenia en Aulis”, una referencia detallada de los crímenes anteriores de los padres de los primos hermanos Agamenón y Egisto.
El director y adaptador Luciano Alabarse debió elegir. Hay una posibilidad dionisíaca, muy acorde con los orígenes del teatro clásico griego, en toda la historia: es la parte religiosa, los himnos de Esquilo que preceden largamente a las señales de los vigías en “Agamenón”; y aún la parte humana tiene en la leyenda dorada un aspecto peculiar. Nadie que haya llegado a Micenas, un lugar aún hoy felizmente alejado de los circuitos turísticos y que haya pisado las ruinas del palacio, que parecen siempre azotadas por vientos que parecen venir de todas partes, puede sobreponerse a la convicción de que allí sólo los semidioses podrían morar. Lo describe así Henry Miller en “El coloso de Marussi”: “El sitio tiene un aspecto impenetrable: es horrible, adorable, seductor y repelente…Nadie ha penetrado todavía en el misterio de este lugar blanquecino. Desafía los débiles procesos de la mente. En cuanto se dobla la última curva, Micenas se repliega de pronto, encogiéndose amenazadora, siniestra, desafiante…retorciéndose en contracciones musculares de luchador. La luz es aspirada por el paisaje, reflejada, transformada en una tonalidad grisácea".
La puesta en escena de Alabarse nos muestra un Agamenón vulnerable, que vacila entre el amor que siente por su hija y su deber de jefe de los aqueos. Menelao, Aquiles, Clitemnestra, Cassandra e Ifigenia muestran su amor a la vida, su rebeldía, las vacilaciones de su consciencia, su temor por las virtualidades de un ayer tan ominoso como activo y de un futuro que, como señaló Chejov, ya existe, en parte, en el presente. Los héroes no han perdido su grandeza, y los cambios de decisiones, tan novelescos, no hacen sino realizar, a través de sus debilidades, los caracteres de Aquiles, Agamenón y Menelao.
Como es habitual en Luciano, todo funciona a la perfección, con ritmo, con un notable empaste de conjunto en las interpretaciones. La obra no concluye con el sacrificio de Ifigenia; pero una vez contada la historia, el director ha mostrado las sangrientas consecuencias de lo sucedido en un anticlímax paradojalmente sereno. Las muertes son aludidas con gestos que no concluyen y  la atmósfera final  propicia a la reflexión.
En la labor de los actores brilla el Agamenón de Marcelo Adams, que sabe recorrer todos los matices de la pasión, el dolor, el amor, la ternura y hasta el temor, que de todo debe pasar por sus gestos. Todo el elenco respondió de maravillas y sin fallas; pero hay que destacar el crecimiento como actriz, estreno a estreno, de Vika Schabbach (Clitemnestra joven), la ductilidad y energía de Fabrizio Gorziza en su Aquiles, la sabia experiencia con que Ida Celina compone a Clitemnestra mayor, el señorío escénico de Mauro Soares, no sólo como Egisto o Poseidón sino como mensajero o mendigo.
           
Una mención especial merece la banda sonora de Luciano. Consecuente con su propósito de hacer actual a la tragedia clásica, incluye fragmentos, muy bien elegidos, de Pink Floyd, junto con canciones griegas antiguas. Lo antiguo es tan vivo como lo moderno, y valió la pena ver cómo se dieron la mano en el escenario del teatro Sao Pedro.

 IFIGENIA  EN AULIS + AGAMENON,  de Eurípides,  com fragmentos de  “Las  Troyanas”  y “Agamenon” de  Esquilo,  con Marcelo Adams, Vika  Schabbach, Fernando Petit, Carlos Cunha  Filho, Ida Celina, Thales de Oliveira, Clovis  Massa, Mauro Soares, Fabrizio Gorziza, Eduardo Steinmetz, Carolina Ramos, Lurdes Eloy, Laura Backes, Thais Mattos, Maria Teresa Montoya, Letícia  Bale, Rosangela Batistella, Claudia Lewis, Luciana Eboli, Luisa Herter, Marcelo Crawshaw, Fernando Zugno y Juliano Canal. Escenografía de Sylvia Moreira, vestuario de Rô Cortinhas,  iluminación de  João Fraga, banda  sonora, adaptación y dirección de Luciano Alabarse. Estreno del 5 de mayo, Theatro São Pedro,  Porto Alegre.

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